Desde el Miércoles de Ceniza, comienzo del Tiempo de Cuaresma, hasta el fin de este tiempo litúrgico se nos anima a guardar
ayuno.
En el rito católico la imposición de la ceniza es realizada por el sacerdote
sobre los fieles. El sacerdote hace una cruz de ceniza en la frente. Mientras lo
hace, dice una de las siguientes frases extraídas de las Escrituras:
- Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás (Gn. 3,19)
- Convertíos y creed en el Evangelio (Mc. 1,15)
Origen de la Costumbre
Antiguamente los judíos y otros pueblos de Oriente Próximo acostumbraban a
cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio.
En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los
cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma solía poner las cenizas al
iniciar los 40 días de penitencia y conversión.
También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir
el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.
Levantarse y ponerse en camino hacia la Pascua. Cuaresma es un camino. Hay un punto de partida: el Miércoles de Ceniza, y un punto de llegada: la Vigilia Pascual. Cada día cuaresmal es un paso hacia la celebración de la Pascua.
Recorrer el camino hacia la Pascua significa: renovar nuestras actitudes, convertirnos de corazón al Señor y crecer en el Evangelio.
Celebración penitencial, para prepararnos al Sacramento del Perdón
“Custodiar el corazón” según el Papa Francisco
¿Custodiamos bien nuestro corazón? Es necesario custodiar nuestro corazón donde habita el Espíritu Santo “para que no entren los demás espíritus”. Cuántas veces entran los malos pensamientos, las malas intenciones, los celos, las envidias. Tantas cosas, que entran.
¿Pero quién ha abierto aquella puerta? ¿Por dónde han entrado? Si yo no me doy cuenta “de cuanto” entra en mi corazón, mi corazón se convierte en una plaza, donde todos van y vienen. Un corazón sin intimidad, un corazón donde el Señor no puede hablar y ni siquiera ser escuchado”.
En este sentido, es recomendable la práctica, muy antigua “pero buena”, del examen de conciencia. “Quién de nosotros a la noche, antes de terminar el día, cuando se queda solo y en silencio, no se pregunta: ¿qué sucedió hoy en mi corazón? ¿Qué sucedió? ¿Qué cosas pasaron en mi corazón?”.
Es un ejercicio importante, una verdadera “gracia” que puede ayudarnos a ser buenos custodios. Porque “los diablos vuelven siempre, incluso hasta el final de la vida”. Y para vigilar que los demonios no entren en nuestro corazón es necesario saber “estar en silencio ante nosotros mismos y ante Dios”, para verificar si en nuestra casa “entró alguien” que no conocemos y si “la llave está en su lugar”.
Esto “nos ayudará a defendernos de muchas maldades, incluso de las que nosotros mismos podamos realizar”. (Meditación en Santa Marta, 10 de octubre de 2014)
EVANGELIO DE LA MISA
Lectura del santo evangelio según san
Mateo 6, 1-6. 16-18.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para
ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro
Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la
trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por
las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que
ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo
que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que
ve en lo secreto, te lo pagará.
Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar
de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los
vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza
a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo
escondido, te lo pagará.
Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran
su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han
recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para
que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo
escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»
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