Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción

Navalperal de Pinares (Ávila)

CICLO LITÚRGICO: CULTOS Y SOLEMNIDADES


 
 
15 DE AGOSTO LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

 


 

Imagen de la Virgen Nuestra Señora de la Asunción

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción

Navaperal de Pinares (Ávila)

 


Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, consumado el curso de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad de fe, recibida de la tradición de la Iglesia, fue definida solemnemente por el papa Pío XII (elog. del Martirologio Romano).

 

María elevada al cielo. En pleno verano la Iglesia celebra la victoria de la Virgen María. Nosotros nos alegramos y participamos de su triunfo glorioso. La Asunción es la síntesis de todas las fiestas marianas; es la culminación de una vida fiel y de un "si" permanente en Dios. Es la fiesta de la Pascua de María. La mujer adornada con los signos cósmicos vence la fuerza del mal. María, la nueva arca de la Alianza, engrandece al Señor y todas las generaciones la proclaman bienaventurada. Cristo resucitado triunfa sobre el pecado y la muerte, y lleva tras de sí a cuantos aceptan su camino. María, la primera discípula, sigue los pasos de Jesucristo, Hijo de Dios.

 

En esta solemnidad de la Asunción contemplamos a María: ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; seguirlo cada día, incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas. María, el arca de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios”. Homilía de Benedicto XVI (2010). Como dice la liturgia de la Iglesia, María, en y con su Asunción, es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada, es consuelo y esperanza de su pueblo, todavía peregrino en la tierra.

 

El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella... (964).

Después de la Ascensión de su Hijo, María estuvo presente en los comienzos de la Iglesia con sus oraciones. Reunida con los apóstoles y algunas mujeres, María pedía con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación la había cubierto con su sombra (965).
Volver «la mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia en su Misterio, en su peregrinación de la fe, y lo que será al final de su marcha, donde le espera, para la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad, en comunión con todos los santos, aquella a quien la Iglesia venera como la Madre de su Señor y como su propia Madre» (972).

 

«Se la reconoce y se la venera como verdadera Madre de Dios y del Redentor... más aún, ``es verdaderamente la madre de los miembros (de Cristo) porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza'' (S. Agustín)» (963).


La solemnidad de la Asunción de la Virgen conmemora el tránsito de María de este mundo al Padre, es decir, su pascua. La Madre íntegra del Hijo de Dios no podía corromperse en el sepulcro y fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo.

 

La primera lectura ve en el Arca de la Alianza el lugar en el que Dios se hizo presente en medio de su pueblo, signo de María, verdadera Arca de la Alianza.


El Evangelio bendice a María por haber sido la que llevó al Hijo de Dios en el seno bendito de su vientre: María, imagen de la Iglesia, oyente de la Palabra de Dios.


La carta del Apóstol nos invita a mirar la Pascua del Señor, como fuente de nuestra pascua, de la que la Asunción de María es una primicia.

 

 


EVANGELIO DE LA MISA
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-56

 

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» María dijo: -«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.» María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
 

 


 





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