Imagen de la Virgen Nuestra Señora de la Asunción
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
Navaperal de Pinares (Ávila)
Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, Madre de
nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, consumado el curso de su vida en
la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta
verdad de fe, recibida de la tradición de la Iglesia, fue definida
solemnemente por el papa Pío XII (elog. del Martirologio Romano).
María elevada al cielo. En pleno verano la Iglesia celebra la victoria de la Virgen María. Nosotros nos alegramos y participamos de su triunfo glorioso. La Asunción es la síntesis de todas las fiestas marianas; es la culminación de una vida fiel y de un "si" permanente en Dios. Es la fiesta de la Pascua de María. La mujer adornada con los signos cósmicos vence la fuerza del mal. María, la nueva arca de la Alianza, engrandece al Señor y todas las generaciones la proclaman bienaventurada. Cristo resucitado triunfa sobre el pecado y la muerte, y lleva tras de sí a cuantos aceptan su camino. María, la primera discípula, sigue los pasos de Jesucristo, Hijo de Dios.
En esta solemnidad de la Asunción contemplamos a María: ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; seguirlo cada día, incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas. María, el arca de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios”. Homilía de Benedicto XVI (2010). Como dice la liturgia de la Iglesia, María, en y con su Asunción, es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada, es consuelo y esperanza de su pueblo, todavía peregrino en la tierra.
El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella... (964).
Después de la Ascensión
de su Hijo, María estuvo presente en los comienzos de la Iglesia con sus
oraciones. Reunida con los apóstoles y algunas mujeres, María pedía con
sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación la había
cubierto con su sombra (965).
Volver «la mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia
en su Misterio, en su peregrinación de la fe, y lo que será al final de
su marcha, donde le espera, para la gloria de la Santísima e indivisible
Trinidad, en comunión con todos los santos, aquella a quien la Iglesia
venera como la Madre de su Señor y como su propia Madre» (972).
«Se la reconoce y se la venera como verdadera Madre de Dios y del Redentor... más aún, ``es verdaderamente la madre de los miembros (de Cristo) porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza'' (S. Agustín)» (963).
La solemnidad de la Asunción de la Virgen conmemora el tránsito de María
de este mundo al Padre, es decir, su pascua. La Madre íntegra del Hijo
de Dios no podía corromperse en el sepulcro y fue elevada en cuerpo y
alma a la gloria del cielo.
La primera lectura ve en el Arca de la Alianza el lugar en el que Dios se hizo presente en medio de su pueblo, signo de María, verdadera Arca de la Alianza.
El Evangelio bendice a María por haber sido la que llevó al Hijo de Dios
en el seno bendito de su vientre: María, imagen de la Iglesia, oyente de
la Palabra de Dios.
La carta del Apóstol nos invita a mirar la Pascua del Señor, como fuente
de nuestra pascua, de la que la Asunción de María es una primicia.
EVANGELIO DE LA MISA
Lectura del santo
evangelio según san Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María
se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró
en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de
María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu
Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito
el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi
Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de
alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha
dicho el Señor se cumplirá.» María dijo: -«Proclama mi alma la grandeza
del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado
la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las
generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su
nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de
corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a
los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo
había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia
por siempre.» María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió
a su casa.
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