50 Años de la Santa como Doctora de la Iglesia
Santa Teresa de Jesús
Anónimo Siglo XVII -Obra copiada de José de Ribera -Óleo sobre lienzo,
104x83 cm
Número de Catálogo P003393 - Madrid - Museo Nacional del Prado
© Archivo Fotográfico - Museo Nacional del Prado
Vida
Teresa de Jesús, es sin duda la gloria más preclara de la ciudad de
Ávila, en la que nació, pronto van a cumplirse quinientos años, el 28 de
Marzo de 1515, miércoles para más señas y a las cinco de la mañana como
anotó su padre D. Alonso Sánchez de Cepeda, hijo de Juan Sánchez, un
judío toledano converso y buen comerciante, que se traslada a vivir a
Ávila donde se casa su hijo, primero con Doña Catalina del Peso y luego
fallecida ella, en segundas nupcias con Doña Beatriz de Ahumada.
Matrimonio cristiano, ejemplar y virtuoso del que nacieron ocho hermanos
a Teresa, que sumados a los tres del primer matrimonio cuadran la cifra
que la propia santa nos da el decir que “éramos tres hermanas y nueve
hermanos”, resultando ser Teresa, según propia confesión, que así se
sentía, la más querida de su padre y hermanos.
Y nada digamos de su madre que encontró en la hija su mejor amiga y
confidente, compartiendo con ella sus devociones y gustos, como el de la
lectura. Primero de las vidas de los santos, que propician el deseo de
Teresa de irse a tierra de moros, buscando el martirio por parecerle que
los mártires comprobaban muy barato el ir a gozar de Dios. Y luego de
los libros de caballerías, donde también aprenderá el galanteo, que no
tardará en practicar con sus primos al entrar en su adolescencia.
A la que llega tras pasar la dura prueba de la orfandad, con la muerte
prematura de Doña Beatriz, a sus 33 años, cuando Teresa apenas había
cumplido los 13.
Llevada por su padre a las Agustinas de Gracia, para cortar más de raíz
la relación citada con los primos, empezará a sentir la llamada a la
vida religiosa. Vocación que madura con sus lecturas y reflexiones que
le impulsan a huir de casa ante la negativa de su padre, a darle su
consentimiento, ingresando en 1535 en el convento Carmelitano de la
Encarnación, mientras los hermanos varones se marchan a la América
recién descubierta, en busca de gloria y hacienda.
Y en su convento vivirá feliz 27 años, siendo siempre, eso sí, el centro
de la atención y el afecto de familia, monjas y seglares, y dándose
ardorosamente a la virtud, tras su conversión en 1554.
Alcanzada su madurez humana y espiritual, a sus 47 años, buscando el
seguir con mayor perfección el llamamiento que el Señor le había hecho y
ayudar a la Iglesia con su oración y encerramiento, funda en 1562 el
convento de San José en Ávila, al que luego seguirán otros catorce,
recorriendo los caminos de Castilla y Andalucía, interviniendo también
directamente en la fundación de los primeros conventos de descalzos,
como Duruelo y Pastrana que se deben a su iniciativa.
Por si no fuera bastante, en los escasos tiempos que le deja su quehacer
de fundadora, escribe sus libros, cumpliendo con la obediencia que le
imponen sus confesores, y un sin fin de cartas con las que gestiona la
vida, los problemas, las inquietudes de los conventos, de los frailes y
monjas, de los amigos que forman su familia y su entorno.
Finalizada la fundación de Burgos en 1582, morirá en Alba de Tormes, el
4 de Octubre de ese mismo año, maltrecho el cuerpo pero entero el
espíritu, cuando iba camino de Ávila, donde estaban sus raíces y le
esperaban sus monjas de San José de donde era priora. Porque Ávila fue
su cuna y allí cada piedra evoca hoy su memoria porque nadie ha honrado
como Teresa su nombre y su historia. Y de hecho, va tan unido a su
existencia que con razón también, aunque nacida Teresa de Cepeda y
Ahumada se le llama Teresa de Ávila.
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