La Sagrada Familia,
Francisco Bayeu y Subías
Hacia 1776 - Óleo sobre tabla, 108x80x1,56 cm
Número de Catálogo P005119 - Madrid - Museo Nacional del Prado
© Archivo Fotográfico - Museo Nacional del Prado
Fiesta de la Sagrada Familia, Jesús, María y José, desde la que se proponen santísimos ejemplos a las familias cristianas y se invocan los auxilios oportunos (elog. del Martirologio Romano).
Historia de una triple familia. La liturgia navideña conmemora y celebra la Familia de Nazaret y la propone como modelo de las familias cristianas. Nazaret es la escuela donde se aprende a vivir en familia.
Las lecturas presentan una triple familia: la patriarcal, la nazarena y la cristiana. La patriarcal se fundamenta en los derechos y obligaciones de los padres y de los hijos. La nazarena se cimienta en el cumplimiento de la ley establecida en en la creación de un espacio para que el Niño crezca y se llene de sabiduría y gracia. La cristiana se basa en las actitudes fundamentales para una mutua relación. La Palabra de Dios insiste en los deberes más que en los derechos de cada familia, en el amor y la gratuidad, en la apertura al misterio.
Lectura del
santo Evangelio según San Lucas 2, 22-40.
Cuando llegó el tiempo de la purificación de María, según la ley de
Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén, para presentarlo al Señor [(de
acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será
consagrado al Señor») y para entregar la oblación (como dice la ley del
Señor: «un par de tórtolas o dos pichones»).
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y
piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba
en él.
Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte
antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu Santo, fue
al templo.
Cuando entraban con el Niño Jesús sus padres (para cumplir con él lo
previsto por la ley), Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios
diciendo:
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz;
porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante
todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu
pueblo, Israel.
José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía
del niño.
Simeón los bendijo diciendo a María, su madre:
—Mira: Este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten;
será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos
corazones. Y a ti una espada te traspasará el alma.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser.
Era una mujer muy anciana: de jovencita había vivido siete años casada,
y llevaba ochenta y cuatro de viuda; no se apartaba del templo día y
noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel
momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que
aguardaban la liberación de Israel].
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la Ley del Señor, se
volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y
robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo
acompañaba.
© Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción 2024